En un mundo dominado por las prisas, pocas veces nos paramos y escuchamos, sobre todo, cuando se trata de escuchar a nuestros mayores. A menudo simplemente les oímos, sin prestar gran atención a sus conversaciones o a sus palabras. Creemos saber lo que quieren y lo que necesitan y, por no escucharlos, no nos nutrimos de su experiencia y no conocemos sus inquietudes.
Escuchar nos hace mejores
Sin duda, aprender a escuchar nos hace mejores. Al escuchar con atención nos volvemos más empáticos y aprendemos de las experiencias de otros. Al escuchar obtenemos mayor información y generamos un clima de confianza, de comodidad. Pero escuchar, no solo nos aporta beneficios a nosotros mismos, sino que también ayuda a quien tenemos enfrente. Es decir, al escuchar ayudamos al “escuchado”.
Los múltiples beneficios de ser escuchados
En personas adultas, sobre todo en edades avanzadas, el sentirse escuchado aporta grandes beneficios tanto para la salud física como para la salud mental. Al sentirse escuchados, nuestros mayores se sienten valorados por los demás, lo que conlleva un mayor bienestar.
La confianza de sentirse escuchados les hace abrirse, contar sus vivencias y sus necesidades, aumentando así su participación social y, por tanto, su bienestar intelectual.
Al abrirse, dar opiniones y expresar sus inquietudes, éstas pueden ser cubiertas, abandonando así la sensación de tedio y de aburrimiento que en muchas ocasiones llenan sus días.
Sentir que tienen poder de decisión sobre su propia vida, que tienen voz, les empodera. Porque tener voz es sin duda una fuente de optimismo para seguir envejeciendo pero de forma activa.
¿Escuchas realmente a las personas mayores? Si tu respuesta es no, es momento de parar y de escuchar, porque algo tan sencillo como escuchar activamente puede cambiar radicalmente el bienestar y el día a día de nuestros mayores.
Escuchar puede ser tu mejor regalo.
Autor: Paula Ferragut (@empalabrar)